The rain was dripping from the branches, a breeze stirred the leaves and no sound was heard. It was the perfect moment in that April morning to hear stories of magic and trickery, of animals with blazing eyes, of love and death, and of course of you.Uno de los conceptos más interesantes con los que me he encontrado últimamente es el de la no-opinión, vocablo que sin tener un padre definido puede ser atribuido al místico irreverente Osho. Osho es un personaje poco habitual en el mercado de la espiritualidad. Un mercado que se balancea entre polos tan absurdamente mal construidos como la Iglesia Católica o los regenerados movimientos New Age.
Un diminuto instante de la nada |
La no-opinión es justamente lo contrario de lo opuesto, es decir, nada. De existir una religión que me gustase elegiría una que tuviese como epicentro la nada, el vacío absoluto. Esa sería la base fundamental.
La religión tradicional está llena de moralidades en su gran mayoría desfasadas del mundo contemporáneo y se nutre de un infantilismo servil por un lado y de un altruismo ultra-conservador por el otro, al mismo tiempo que su faceta política sigue persiguiendo el poder de verdad, el financiero y el político, al margen de interpretaciones individuales que den rienda suelta a vocaciones auténticas.
Hoy en día existe una conciencia espiritual enormemente dañina, disfrazada de liberalismo con base en la no-ciencia, en la espiritualidad gnóstica, en la mecánica cuántica y especialmente en un determinismo didáctico basado en axiomas falsos pero complacientes como que "Todo lo que nos ocurre nos sucede por alguna razón".
Se confunde la causa con el efecto en el más elemental cortocircuito metodológico mental. Se llega a pensar que por creer en algo, ese algo se materializa, se consigue, se influye en la realidad con sólo el pensamiento.
Y en mitad de esos dos polos, no necesariamente contrapuestos, aparece Osho con la no-opinión, el no posicionarse frente a nada. Occidente, con su individualismo y materialismo, con su densidad intelectual ha ido abrazando a lo largo de la historia pensamientos cómodos y simplistas, muchas veces infantiles, volviendo a la idea de que nos ha caído un rayo porque hemos enfadado a Dios.
Sin embargo, hay una salida ante todo este desorden. Hay un camino sin prejuicios mucho más interesante y liberador. Es el camino de la no-opinión.