Sólo necesitas unos cuantos millones de euros para ser rico de verdad. A partir de ahí puedes empezar a invertir en fusión fría que pronto tendrá una rentabilidad estratosférica y después... échate a dormir y disfruta de la vida. El otro día fui a ver Wall Street (Money never sleeps) con cierta nostalgia por reencontrarme con una vieja película que hace años ya vi y que entonces me encantó. Corría el año 1987 cuando Oliver Stone estrenó la primera Wall Street, entonces fue un film que me sedujo por ese afán de los protagonistas de llegar a lo más alto, esa verdadera codicia por lo mejor. La ambición de ser los más ricos del planeta era una cuestión de saber cómo dar los pasos adecuados, tener una cabeza con claves correctas en el laberíntico mundo de las finanzas, saber aprovechar una oportunidad infinitesimal y por encima de todo, no tener escrúpulos de ningún tipo. El dinero lo es todo. ¿Qué es el dinero? ¿Tal vez la máxima expresión de libertad individual?
El que quiera hacerse rico que no vea ésta segunda parte porque las claves de la codicia no están en el metraje de esta secuela. El film prometía darnos algo especial, pero en seguida se ve que no es una obra mayor. El cubo de rubik se desmorona entre una historia de amor y una explicación evolutiva sobre las burbujas financieras, a pesar de contar con un excelente reparto encabezado por Michael Douglas y seguido de cerca por Josh Brolin (¡qué gran actor secundario!), Susan Sarandon, Frank Langella y un descafeínado Shia LaBeouf. Además, Gordon Geko, el pobre, ya no es el dios que era sino un diablo que deámbula perdido entra el cariño de su hija y los fondos de inversión.
La explicación cámbrico-evolutiva de las burbujas financieras es bastante oportunista, poco convincente y un tanto improvisada. ¿Qué tiene que ver la explosión cámbrica con las burbujas financieras? Es posible que haya conexiones entre la evolución humana y el desarrollo de mundos financieros, pero no hay un mapa de ruta que alumbre el camino. La crisis de las hipotecas subprime no nos consuela. El apalancamiento no aclara los millones de euros que han cambiado de manos. Nada se dice en voz alta sobre la Reserva Federal y sus muchos secretos. El déficit público ni se menciona. Nadie cita a Friedman ni a Leopoldo Abadía.
La conclusión que se saca después de esta película es que falta un film en donde por fin alguien con los conocimientos necesarios, el talento desbordante, la genialidad creativa y la múltiple perspectiva diversificada, dibuje el macro-puzzle y nos explique de verdad qué es lo que ha pasado con la crisis económica mundial. Tal vez ese alguien pudiera ser un despiadado tiburón financiero, uno de esos auténticos Gordon Gekos que han conseguido hacer una inmensa fortuna basada en la especulación, un individualista que reinvente el capitalismo o lo reviente para su propio beneficio, un ser capaz de tocar con los dedos el porvenir de millones de acciones que rendidas ante su magnetismo especulador le otorgasen todos sus dividendos en la más absoluta de las sumisiones. Mientras medio mundo se muere en la miseria, se pudre por dentro e implosiona hacia las entrañas de la civilización generando una nueva y colosal burbuja, con millones de parados, guerras, desastres medioambientales, turbulencias políticas y rencores irreconciliables.
Capitalismo en estado puro.
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