Palabras, palabras que me dicen ven, a un mundo del que no puedo renunciar; fragmentos, fragmentos que me hacen sentir cosas inevitables, llantos desordenados de una canción olvidada, ritmos perdidos en un hueco interminable y por encima el vacío de las cosas que nos envuelven recordándonos la miseria, la proximidad de la muerte y el final que todos los seres tienen.
¿Cuántos huecos hay que llenar para alcanzar el punto de partida? ¿Y después qué es lo que llega? Palabras que liberan el espíritu atenazado por la alienación. Un instante de lucidez en el trabajo perpetuo. Un mundo olvidado. Tal vez el caos, tal vez el recuerdo de lo que no llegó a ser nunca nada.
¿Cuántos huecos hay que llenar para alcanzar el punto de partida? ¿Y después qué es lo que llega? Palabras que liberan el espíritu atenazado por la alienación. Un instante de lucidez en el trabajo perpetuo. Un mundo olvidado. Tal vez el caos, tal vez el recuerdo de lo que no llegó a ser nunca nada.
¿Dónde está el sentido de todo esto? ¿O no lo tiene? Pienso que si es un caos con fragmentos sin orden ni concierto, tal que esa imagen que yo mismo tengo del mundo, he constatado esto mediante la abstracción de un "no orden" "un olvido" "una oscuridad" etc., puedo oponerle un cosmos lleno de luz, de orden, de recuerdos, de un todo bien conformado aquí en tierra, en los hombres, en sus ingenios, en sus ideas y su progreso. Lo peor es que este mundo fragmentado es como un rompecabezas donde incluso ninguna pieza coincide con el original (humano, olvidado) pero la condición humana ha forzado la resolución del mismo construyendo una suerte de mosaico lleno de elementos lógicos pero interrelacionados sin sentido. Ha fabricado su propio caos, su propia demencia, en un mundo donde lo simple y bello, como dices, se ha olvidado. Tu dibujo incita a la reflexión porque habla con la honestidad propia de la espontaneidad.
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