Aquí dejo el primer capítulo del libro del libro Autoayuda. El libro lo puedes encontrar en Amazon. Aquí escribí hace unos días un post.
El 3 de abril del año 2002 María de los Ángeles Verón, una joven tucumana de 23 años madre de una hija de tres, se dirigía a su consulta médica cuando fue secues trada en plena calle por una banda criminal y más tarde obligada a prostituirse en una red de explotación sexual. Actualmente, está en paradero desconocido.
Su madre,
Susana Trimarco, apodada por los medios como madre coraje, desde un inmenso dolor, se puso a Investigar y descubrió el mundo de las redes de trata de mujeres en la Argentina, luego organizó manifestaciones, se infiltró en las redes, sufrió amenazas e intentos de asesinato y consiguió que el asunto tuviera alcance internacional.
Ahora esta mujer ha conseguido sentar en el banquillo a 13 imputados, mafiosos de las bandas criminales que raptan y prostituyen a jóvenes mediante métodos brutales y en muchos casos cometiendo asesinatos de forma impune o en complicidad con la policía. Aunque el dolor de esta valiente mujer no ha desaparecido ya que su hija aún no ha sido encontrada, el trabajo que ha desempeñado Susana Trimarco ha ayudado a liberar a más de seiscientas mujeres de las redes de prostitución en la Argentina. Ojalá encuentre a su hija pronto.
Creo que podemos estar de acuerdo en que vivimos en un mundo convulso lleno de tensiones y amenazas. Hoy en día mucha gente ve peligrar su felicidad personal por factores que no están ni remotamente bajo su control. Hay guerras y violencia extrema en muchas partes del mundo, hambrunas, corrupción, crimen y desastres naturales que hacen que la vida de muchas personas sea una auténtica pesadilla. Por si eso fuera poco, somos víctimas de nuestra propia biología. En cualquier momento podemos perder la salud incluso siendo jóvenes. Nuestro equilibrio es sumamente frágil y nadie está libre de contraer una enfermedad, morir repentinamente o sufrir algún tipo de accidente por muy buena salud que se tenga en un momento dado.
Además, las posibilidades de encontrar un empleo digno en los países mal llamados “desarrollados” parece cada vez más remota por la propia evolución de la economía y de las estructuras de poder y no digamos en los países con economías subdesarrolladas en donde los dirigentes pasan a ser directamente gánsters. Con todo eso, las ilusiones de millones de personas se ven frustradas y reconducidas muchas veces a objetivos de mera supervivencia. La vida en general siempre ha tenido riesgos y ha sido peligrosa en cualquier época de la historia y el siglo XXI no es una excepción. Lo que ocurre ahora es que el mundo es mucho más complejo que antes y quizás más injusto.
Tal vez menos brutal en algunos aspectos, pero por esa misma razón más injusto. Las desigualdades sociales en la renta per cápita, lejos de disminuir como podría suponerse han ido acrecentándose a niveles vergonzosos en las sociedades más ricas del mundo. La bolsa de pobreza existente en países como España, Estados Unidos, Reino Unido o Francia es en sí misma un estandarte del fracaso de nuestra civilización. Las cifras son apabullantes. ¡Sólo en
Europa hay 23 millones de parados y una bolsa de 80 millones de pobres! Si nos fijamos en países muy próximos a nosotros como Grecia, la antigua cuna de la civilización moderna y la madre del pensamiento filosófico, los datos son desoladores. Nuestros hermanos griegos cada vez atraviesan mayores dificultades económicas y no parece que haya una solución cerca que satisfaga a los propios griegos. Cuando la civilización tiene el mayor caudal de conocimiento de la historia resulta que es cuando mayores desigualdades se generan de forma irracional y contraria a lo que sería lógico esperar en la evolución de la historia.
Además,
la esperanza de vida en el mundo ha experimentado un aumento sin precedentes en los últimos 100 años. La mayoría de los países del mundo superan el límite de los 70 años y muchos otros países como Islandia, Nueva Zelanda, Italia, Israel, Suiza, España, Australia, Canadá, Japón o Francia superan el límite de los 80 años. Vivimos mucho más tiempo que antes y lo que podría ser una gran ventaja para la civilización puede convertirse en una amenaza al no disponer de recursos ni de un sistema sanitario en condiciones para atender a toda esta nueva población.
Con todo este panorama como telón de fondo podríamos esperar una sociedad desencantada e hipercrítica y sin embargo no es así. La población se ha vuelto pasiva y desganada con escasa seguridad en sus propias capacidades. Es como si de pronto hubiéramos perdido cualquier atisbo de control. No hay apenas participación democrática salvo raras excepciones. Ni siquiera cuando nos están quitando nuestros derechos más básicos como es la seguridad, la educación y la salud. Sólo una minoría, que no es suficiente, parece dispuesta a hacer algo por sus vidas, pero el resto calla y otorga y se dedica a discutir qué jugador de fútbol es mejor.
Podría parecer que cada vez se extiende más la creencia de que no se puede hacer nada, mientras que hay mucha gente que opta por soluciones más drásticas. El suicidio se ha convertido, por ejemplo en España, en la primera causa de muerte no natural. Por raro que parezca somos más capaces de controlar los accidentes de tráfico que los suicidios.
A nivel mundial tanto la OMS como la ONU han constatado que los suicidios superan a las muertes provocadas por homicidios y guerras. Un hecho que si lo analizamos fríamente da mucho que pensar.
Por otro lado, podríamos esperar que nuestros representantes políticos y democráticos hicieran algo por nosotros. Podríamos suponer que hay líderes que se preocupan con honradez de que la gente viva bien, los niños crezcan en entornos más seguros y prósperos, las familias tengan más derechos en seguridad, educación, sanidad y vivienda, haya trabajo o al menos proyectos honrados que intenten crear empleo y existan oportunidades que generen entornos de mayor felicidad y distribución de la riqueza.
Pero es justamente lo contrario. Los políticos se han vuelto los enemigos de la gente corriente y, salvo honrosas excepciones, el común de la clase política lucha por oscuros e incomprensibles intereses financieros, los llamados mercados, bancos o grupos de presión, del estilo de Goldman Sachs, bajo los cuales hay un intrincado laberinto de intereses económicos que casi nadie logra comprender (por ejemplo el mercado de materias primas), pero que finalmente no benefician a la clase media. Y no sólo conformes con eso, los políticos, sean del signo que sean, hacen una cosa y nos dicen lo contrario como si fuéramos estúpidos ignorantes incapaces de entender lo que ocurre. Nos tiran piedras a la cabeza y nos dicen que está lloviendo.
Si analizamos con objetividad los resultados, la gestión que han realizado los políticos en la última década ha llevado a Europa, a Estados Unidos, a Argentina y a otros muchos países al borde de la quiebra. ¿Y pagan por ese error? En absoluto, todo lo contrario, se condecoran con honores y salvas como si nada hubiera pasado. Muchos analistas, como por ejemplo el escritor
Matt Taibbi, coinciden en que el Estado se ha convertido en un perrito faldero para los grandes grupos financieros (Bear Stearns, Lehman Brothers en su momento, Bank of America, Merril Lynch, JP Morgan, etc) y al mismo tiempo en un endiablado ogro de siete cabezas capaz de arruinar tu vida, la política del doble rasero.
Además de todos los conflictos que la política acarrea cada día, muchas veces centrada en desprestigiar al rival político, recibimos toneladas de información diciéndonos cómo son las cosas o cómo deberían de ser, anulando en cierta forma nuestra capacidad de pensamiento crítico, convirtiéndonos en títeres pasivos, en meros receptores de la información, en marionetas de una gigantesca maquinaria económica, adiestrándonos para una realidad que tiene que ser digerida de forma controlada.
Ya no es un misterio que los principales grupos económicos son a su vez dueños y señores de grandes imperios mediáticos que pueden controlar a su antojo. La prensa, la televisión y la radio, es decir, los medios de comunicación tradicionales, están en manos de grandes imperios mediáticos que luchan por el poder económico. Algunos ejemplos son
Time Warner,
Bertelsmann,
News Corporation, Televisa, Cisneros, Grupo Disney, Microsoft,
Grupo Prisa, y un largo etcétera con mayor o menor dimensión e influencia como podrá comprobarse.
Estos gigantescos medios cuentan con un poder enorme a la hora de manipular la realidad en el sentido que deseen. Por otro lado, internet y todos los flujos de información que genera tal vez permitan una mayor libertad de expresión que, por el momento, sólo las grandes dictaduras han logrado con éxito parcial controlar. Es frecuente que en China o Cuba se cierren blogs disidentes. Por ejemplo en China en el momento de escribir este capítulo se acaban de cerrar dos de las mayores redes sociales del país, Sina Weibo y QQ, a la posibilidad de escribir comentarios debido a los rumores de golpe de estado que han enfurecido al Gobierno Chino. También se han detenido a seis personas y cerrado 16 sitios web. La difusión de rumores en internet es severamente castigada por la ley en China.
Mientras, en Cuba, los blogueros lo suelen tener muy difícil. Afrontan a diario numerosos obstáculos legales, técnicos y económicos. La ley impide a la mayoría de los cubanos conectarse a internet. Una disposición de 2003 permite el acceso individual a personas con Pesos Convertibles Cubanos y gracias a los accesos por hoteles y otros medios, se mantienen algunos blogs disidentes con el régimen de Castro.
El poder tradicional nunca ha sido muy amigo de la libertad de expresión. Las compañías con poder comercial siempre tratarán de generar entornos legales que satisfagan su apetito de dinero.
Durante los últimos años han aparecido una serie de complejas leyes, que bajo la excusa de los derechos de autor, tratan de limitar y controlar internet como si se tratara de un medio tradicional. Son las ya conocidas leyes
SOPA y PIPA. El grado de manipulación informativa ha llegado a tales extremos que dejan a la altura del betún las fantasías más paranoicas de la ciencia ficción.
Es como si los medios quisieran sustituir nuestro pensamiento etiquetando la realidad y concentrando la atención en determinados aspectos, hablándonos durante miles de horas de acontecimientos deportivos, de ratios económicos falsos, de vidas de fmosos o de declaraciones de personajes absurdos que no tienen ninguna influencia real en nuestras vidas, pero que sin embargo, nos los presentan como si fueran hechos de vital importancia para nuestro futuro a los que debemos prestar la máxima atención.
Por ejemplo el tiempo dedicado a cubrir la información deportiva, especialmente el fútbol, junto a las declaraciones que hacen los entrenadores y los distintos jugadores en los espacios informativos, suele ser de varios minutos cada día en la franja de emisión de mayor audiencia. La mayoría de las veces son comentarios absolutamente triviales e inútiles. ¿Se justifica tanta atención mediática sobre aspectos tan poco relevantes para el bien común?
Una y otra vez, los medios nos muestran la evolución de las personas que tienen vidas de ensueño, llenas de dinero, lujosas mansiones, belleza y éxito. Los espectadores, la masa desbordada por su propia inacción frustrante, siguen todas esas vidas como si no les quedara otro remedio que vivir la existencia de unos pocos afortunados de forma virtual para así alejarse de su miserable realidad. Y funciona.
Los programas basura y los reality shows en todas sus vertientes lejos de encontrarse en crisis siguen triunfando y ocupando una buena parte de la parrilla de las diferentes televisiones ya sea por los medios tradicionales o por internet.
Las nuevas generaciones, especialmente las que tienen menos educación y son menos críticas, caen de inmediato en la órbita de estos programas fáciles dedicando miles de horas a observar contenidos de baja calidad. Es el entretenimiento fácil y barato que genera grandes ingresos a las cadenas en función de su éxito. Espacios inútiles con los que ocupar la mente de miles de personas cuya capacidad crítica y de pensamiento autónomo se ve progresivamente sustituida por eslóganes y comportamientos tipificados y chabacanos. Comida basura para la mente, pero un gran negocio para unos pocos.
Y mientras todo esto ocurre la psicología, desde una torre aislada de la realidad, se ha dedicado a ofrecer ayudas muchas veces ignorando el entorno, como si el control de las emociones no tuviera ninguna relación con las circunstancias en donde uno está inmerso. Así, durante los años 70 y 80 aparecieron varias corrientes psicológicas, todas ellas muy bien intencionadas, cuyo principal axioma era que si uno podía controlar sus emociones, su pensamiento y su voluntad, prácticamente lo podía todo. Era el poder de la mente. Surgió de esta forma el punto de vista de que la felicidad reside en la forma individual, en nuestra mente. Si yo era capaz de cambiar mi forma de pensar podía cambiarlo prácticamente todo y ser feliz y alcanzar las metas que me propusiese.
No importa lo que ocurriera en la sociedad ni en mi hábitat más inmediato. Por no importar no importaba ni siquiera el entorno laboral siempre y cuando yo me encerrara en mi casa después y tuviera un poco de control sobre mí mismo. Así surgieron multitud de enfoques, metodologías y prácticas que poco a poco se fueron allanando y haciéndose populares gracias a la multitud de libros de autoayuda que surgieron entonces. Libros como Tus zonas erróneas, Piense y hágase rico, El poder del ahora, Usted puede sanar su vida, Poder sin límites,
El monje que vendió su Ferrari, y un largo etcétera, pronto se convirtieron en auténticos best-sellers por derecho propio.
Curiosamente, y a excepción de algunos títulos, todos estos libros solían aparecer en un determinado país. Precisamente el país que más apostaba por el éxito individual alejado del entorno y de la sociedad. El país capitalista por excelencia en donde el individuo es el rey. El país de la libertad y de la lucha por los derechos sociales. El país en donde todo el mundo quiere ser multimillonario. El país que originó la gran crisis de las hipotecas sub-prime. El país que actualmente está destruyendo a la clase media a pasos agigantados.
Los Estados Unidos de América.
¿Era sólo casualidad?