Vista de espaldas Keyra se podía asemejar a un rudo mecánico de taller. Su fuerte acento ruso y un ligero problema médico en una rodilla hacía que cojeara al caminar eliminando de su aspecto cualquier atisbo de finura o elegancia.
Morgan, el jefe de seguridad, entró en la sala de control y dio unos pasos hacia su mesa.
Cuando Keyra hablaba, su imagen de mujer tosca y desagradable se desvanecía por completo. Keyra no solo tenía una voz atractiva sino que su inquietante habilidad para argumentar solía dejar atónitos a la mayoría de los hombres en el departamento de detección de señales raras del National Earthquake Information Center.
–¿Dice usted que viene del lago? –exclamó el Jefe de Seguridad Morgan Mason aún con el café humeante cuando llegó hasta su mesa.
–Sí –contestó Keyra secamente –Lo he comprobado diez veces. Por mucho que los rusos lo nieguen, ahí está pasando algo.
–¿Algo cómo qué? –respondió Morgan sin pestañear.
Keyra cogió un puñado de papeles impresos que tenía sobre la mesa y seleccionó uno de ellos. Los gráficos eran incomprensibles.
–Hay movimiento –dijo Keyra apartando su melena rubia de la cara y señalando una gráfica que Morgan por supuesto no comprendió– y no es algo pequeño, debe ser muy grande, del tamaño de medio campo de fútbol.
–¿Un desprendimiento de rocas?
–Eso pensé, pero no encaja, es un movimiento rectilíneo, solo lo podría hacer algo como...
–¿Una máquina? ¿Insinúas que los rusos han metido una excavadora del tamaño de medio campo de fútbol? –le cortó Morgan.
–Tal vez sea un submarino.
Morgan frunció aún más el ceño. Estaba muy cansado. No había podido pegar ojo las últimas noches y ahora se enfrentaba a una... ¡no sabía qué nombre ponerle a esa situación! Consultó su reloj.
–¡No le quites ojo! –masculló entre dientes y se fue por la puerta escapando de la situación como siempre hacía.
Keyra se quedó sola en su mesa frustrada de tener un jefe tan incompetente. Luego observó con atención las cinco pantallas de ordenador e hizo unas comprobaciones. La masa se había movido cuatro veces a intervalos irregulares y en distintos ángulos. Era imposible que eso lo hiciera una roca.
Aquellos gráficos tal vez podrían ser algo diferente, pero no se había atrevido a decirle nada a Morgan. Ese imbécil seguro que lo estropearía todo. Tal vez tuvieran conexión con algo que llevaba mucho tiempo buscando. Una prueba, una simple prueba bastaría. Una señal como esa solo podía tratarse de...
Sonó el teléfono. Keyra pegó un brinco. Al sonar otra vez lo descolgó.
–¿Sí?
–¿Keyra?
Era su novio Oleg.
–¿No duermes?
–¡No! –dijo Oleg entusiasmado –he estado pensando en lo que hablamos. Al final creo que lo mejor será que hagamos lo que tú dijiste.
–¿Oleg? –dijo Keyra hablando en un susurro –Creo que he encontrado algo gordo.
–¿Cómo?
–¿Te acuerdas del lago Vostok?
–¡Sí!
–Hay algo dentro. Algo que se está moviendo y solo se me ocurre una explicación a que algo tan grande del tamaño de medio campo de fútbol se esté moviendo dentro de un lago subglacial en el que nadie ha entrado en millones de años.
Por un momento se hizo el silencio en la línea. Keyra respiraba algo aceleradamente por la emoción.
–Oleg tiene que ser una nave espacial.
(continuará)